LA VOLUNTAD DEL PODER EN LOS MEXICAS
Eso que Federico Nietzsche, llamó
“Voluntad de Poder”, en los seres humanos extraordinarios es innegable que se
ha dado por todo el mundo y no como se cree erróneamente, únicamente en los
pueblos “Arios”, esa es una visión determinista que no tiene base alguna
comprobable. Por el contrario, de la revisión de la historia de los diversos
pueblos del planeta Tierra bien se puede ver que han existido pueblos que han
desplegado tal poder que han sobrepujado al resto hasta dominarlos. Tal es el
caso de los mexicanos antiguos que construyeron su imperio prácticamente desde
menos que cero pues fueron esclavos apenas llegaron a donde fundarían la
capital de su imperio y en menos de doscientos años eran amos y señores. Y,
eso, si se sigue todo el procedimiento de crecimiento, de alianzas, de
intrepidez, de valor y de la creación de un Estado religioso que controlaba
todo con una élite noble bien organizada y que se forzaba asimismo a ser cada
vez mejor, no puede ser otra cosa que la voluntad del poder.
Dígase lo que se diga no se puede negar
la grandeza del pueblo mexica. Únicamente la falta de tiempo para consolidar su
poder les impidió dar al mundo una muestra acabada de su superioridad a prueba
de todo. La historia contada como esta de manera superficial para el gran
público oculta la verdad. A los mexicanos los menos de mil españoles no los
hubieran conquistado ni en sueños. Fatalmente no lograron la suficiente unidad
por su falta de tacto para atraerse a la gran diversidad de súbditos ni
supieron en su momento mantener la Triple Alianza y terminaron aplastados por
el enorme peso de su grandeza que se convirtió en su mayor fuerza de enemigos.
Los mexicanos llegaron al Anáhuac,
cuando ya estaba poblado pero asentaron sus reales pero en 1314 cayeron en
esclavitud de los de Colhuocan, una verdadera desgracia pero lograron su
libertad al ir a la guerra a favor de sus captores y de allí a la fundación de
su ciudad capital; desde la fundación de México-Tenochtitlan, en 1325, el
gobierno fue de un cuerpo colegiado de veinte pero en 1352, es electo como
primer tlatoani Acamapichtli, aunque seguían siendo tributarios, ahora de los
de Tlatelolco. El segundo tlatoani lo fue, Huitzilihuitl; el cuarto,
Chimalpopoca, el siguiente, Izcoatl y ya para entonces, los mexicanos se habían
desplegado todos su poder y pronto hicieron caer a Atzcapotzalco con Moctezuma
el Joven a la cabeza, Ayaxacatl, fue el sexto tlatoani y el engrandecimiento y
conquistas no cesaban; el séptimo de los gobernantes fue Tizoc, el octavo líder
lo fue Ahuitzol y por fin llegamos al
noveno tlatoani Moctezuma II quien es el que estará gobernando a la llegada de
los españoles y el inicio de una serie de alianzas que fueron desmamonando el
imperio hasta dejarlos aliados y al punto para su derrota.
Habían pasado justos 196 años desde la
modesta fundación de México-Tenochtitlan, hasta su caída y el imperio abarcaba
de costa a costa, por el poniente lindaba con el imperio tarasco y por el
sureste llegaba hasta lo que hoy, es Guatemala. Un hecho increíble si se toma
en cuenta la topografía, la diversidad de climas, los ríos, montañas y sin
animales de carga que les permitieran el traslado de todo el avituallamiento
necesario para las guerras de conquista. Esta por demás hablar de la nobleza de
estos gobernantes pues ya ha sido suficientemente tratada pero esta voluntad de
poder ha sido hasta ahora desestimada por historiadores y filósofos de todos
lados; esto por puros prejuicios, por puro falso orgullo basado en la pureza de
la “raza”. Pero ignoran que no hay razas sino la especie humana con sus
diferencias únicamente secundarias.
En la nobleza mexica es creadora de
valores propios y que imponen a los demás, valor a toda prueba, compromiso,
modales refinados, forma de vida sana, limpia, en suma la “gran salud”, fuera
de los valores decadentes del cristianismo que sobrevino después. En lugar de
salvar a estos pueblos se les enfermó con cristianismo en grandes dosis.
Después de conquistar cientos de pueblos y millones de personas en una cultura
ascendente quedo todo trunco por un cumulo de circunstancias adversas e
inevitablemente por la teología.
El último día antes de la caída de
México-Tenochtitlan, Hernán Cortés declara que tiene bajo su mando a más o
menos 175,000 que tienen sitiada a la ciudad. Los sitiados ya refugiados en
Tlatelolco sin agua, sin comida, en solitario y ya sin las fuerzas suficientes
para siquiera defenderse prefirieron tratar de que su tlatoani Cuauhtémoc
huyera pero esto no fue posible y fue así como se cortó un gran futuro.
No se trata de restarle un ápice de
méritos ni a Cortes ni a ninguno de sus soldados hombres y mujeres que vinieron
de ultramar a estas tierras pero tampoco se puede conceder crédito de manera
acrítica a la historia oficial por determinista y equivoca. Se debe hacer una
revisión de la historia no para cambiarla de manera caprichosa sino siguiendo
los pasos de la creación del imperio mexica y el desarrollo del camino que
hacen los llamados “conquistadores”, de los acuerdos, de los odios y rencores
que suscitaban los mexicas entre sus vasallos y todos los hechos, catos y
detalles que sucedieron durante la guerra.
No tengo duda de la valentía y el valor
de aquella nobleza mexica que tenía para más una cultura enorme, sorprendente,
un Derecho bien cimentado para su época, tanto para la guerra, para lo civil y
lo penal. Quien se adentre en la historia de este pueblo no podrá menos que
maravillarse de la forma tan ordenada de gobernar y para ello tenían un Derecho
electoral colegiado digno de estudiarse. Todo gobernante debería mostrar que
era digno de serlo y todos los grandes tlatoanis mexicas surgieron de las
fuerzas de élite de los ejércitos, los guerreros águila e inmediatamente
estaban un peldaño abajo los guerreros ocelote.
Los guerreros de élite estaban
destinados exclusivamente a la guerra y tenían sus propias casas en los
aposentos del tlatoani en turno siempre dispuestos a luchar hasta morir. El
entrenamiento a que eran sometidos los guerreros era con mucho riguroso hasta
la crueldad pero esto daba sus resultados. Tanto pobres como nobles eran
entrenados bajo las más estrictas técnicas pero no únicamente aprendían el arte
de la guerra sino medicina, ingeniería, astronomía, matemáticas, poesía y toda
clase de artes.
Nietzsche no conoció esta parte de la
historia de los mexicanos antiguos pero hubiera sido muy interesante que la
hubiera conocido y dado su parecer al respecto. Bien, nuestro filosofo está
muerto pero a mi parecer los antiguos mexicanos son merecedores de ser llamados
un pueblo con la “Voluntad de Poder”, tal y como lo ha dejado escrito para
otros pueblos. El día que el pueblo mexicano tome consciencia de su pasado
glorioso y su devenir penoso quizá entonces podrá sentirse plenamente orgulloso
de ser el legal y legítimo heredero de toda esa grandeza y recuperar esa fuerza
descomunal y agregarle alegría a la vida. El pasado se debe sumar íntegramente
no como nostalgia sino como una posibilidad de ser.