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EL MITO DE LA CAVERNA
DE PLATÓN AYER Y HOY
La grandiosidad de los filósofos de la Grecia antigua es sin par. Tomemos el caso del mito de la caverna de Platón. El tema es fundamental. Los seres humanos viven en una caverna, encadenados mirando a la pared, pensando que, las sombras proyectadas en la pared son verdades. Pero uno de ellos haciendo un enorme esfuerzo descubre la verdad, las sombras en la pared no son las verdades. Trata de enseñar a quienes están encadenados la realidad.
Pensamos que, ese mito está superado por siempre. Vaya error. Las circunstancias narradas no solo son parte central del mito sino observaciones filosóficas sobre el saber, la libertad, la realidad y la vida misma. Han pasado veinticinco siglos de haberse formulado el mito de la caverna y su frescura sigue intacta y vigente. El capitalismo en sus diferentes formas nos ha impuesto la forma de ser a placer y una de las condiciones para ello es no pensar, no criticar y menos rebelarse sino navegar en el mar brumoso dormidos o adormilados.
Para florecer y seguir vigente el capitalismo ha seducido a los seres humanos con ilusiones en el fondo sin sentido, pero encantadoras como el canto de las sirenas en la Odisea. Nuestras metas, nuestros actos y hechos hasta los más íntimos están moldeados por la voluntad de los super ricos a través de sus empresas trasnacionales. Pongamos por ejemplo al fútbol profesional. Hay toda una estructura económica para el desarrollo de este deporte. Equipos, generalmente encaminados a identificarse con determinado sector de consumidores. Los dueños. Los ejecutivos que, manejan al equipo, un cuerpo técnico, un estadio de fútbol, medios de comunicación especializados en este deporte. Se vende comida y bebidas alcohólicas en los partidos, se venden camisetas y, otros productos y esta estructura se va repitiendo hasta la configuración de la FIFA. La gran trasnacional. Al final este deporte es un negocio tan despiadado como cualquier otro en el libre mercado.
A menudo vemos los fanáticos del fútbol explotar en euforia en los estadios cuando su equipo favorito logra un gol o una jugada digna de verse. Esto no se queda en los estadios. Llega a restaurantes, cantinas y en las casas mismas de los fanáticos. Es una fiebre la que produce este espectáculo que, es tema de debate en el trabajo, en las redes sociales, en las oficinas, calles, plazas públicas, en las casas y no es raro que, desemboque en peleas verbales, físicas y delitos graves. En suma, para los fanáticos esta es su realidad, su verdad y la defienden a capa y espada. Esta es la caverna de los fanáticos del fútbol y es casi imposible mostrarles la verdadera realidad: son victimas del consumismo. Son ovejas para el matadero. Trabajan sin descanso para comprar boletos para ir a los estadios, playeras, suscripciones a plataformas de servicios de deportes y un sinnúmero de elementos secundarios que llenan los huecos. Todo esto en el fondo es un negocio enajenante.
Los fanáticos se van moldeando gradualmente presentándoles a los clubes de fútbol como una comunidad sana, alegre, solidaria, inocente en donde se pueden integrar para lograr un mismo fin: una forma de ser. Aquí, los seres humanos desaparecen y aparecen los consumidores. Ya convencidos los aficionados se convierten en fanáticos y esta listo para ser manejado a placer por los clubes de fútbol, comentaristas y todos aquellos quienes son parte de este enorme aparato de volver consumidores permanentes de todos los bienes y servicios a este deporte/negocio. Los consumidores no siente y no piensan en que, están trabajando para consumir productos que, no son esenciales en sus vidas, pero es tal el fanatismo que, no les importa siquiera preguntarse por qué piensan y actúan de esa manera. Están alienados, nulificados como seres humanos y son activos fanáticos consumidores.
Ahora bien, el libre mercado está sembrado de miles y miles de empresas trasnacionales luchando por tomar el control de la vida de los seres humanos para volverlos consumidores permanentes, en fanáticos dispuestos a dar la lucha por mantener su identidad con las marcas, los clubes deportivos de todas las indoles, televisoras y plataformas de servicios de programas deportivos, con los otros fanáticos que piensan y actúan como ellos. Salir de este fanatismo consumista y esta forma de ser es casi imposible pues la mayoría no tiene ni idea de estar siendo manipulados.
Este
esquema con sus más y sus menos se repite en todos los rubros de nuestras
vidas: Comida, telefonía, redes sociales, aplicaciones, vestido, carros, cosmetología,
transporte, viajes, hoteles, restaurantes, escuelas, universidades, trabajos y
cualquier otro rubro. Todas las grandes trasnacionales hacen hasta lo imposible
para convertirnos en sus consumidores cautivos y, muy a menudo lo logran y
cuando esto pasa adiós libertad y democracia. Estas son las nuevas cavernas en
donde los seres humanos estamos encadenados mirando a las paredes mirando
sombras que, nos parecen la realidad, la verdad.