<script async src="https://pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js?client=ca-pub-3668019684171575"
crossorigin="anonymous"></script>
DEMOCRACIA, LAS
ÉLITES Y UN NUEVO ESTADO
La democracia desde su nacimiento en Atenas no atendía a todos los seres humanos sino únicamente a todos aquellos quienes fueran ciudadanos de la ciudad-Estado. De entre los ciudadanos los más ricos tenían mayor influencia, aunque su voto valía lo mismo que cualquiera otro. Y este esquema básico sigue estando vigente en la actualidad. Durante toda la Edad Media quedó en suspenso la ciudadanía con la supremacía de la nobleza y la iglesia cristiana. Con el nacimiento del Estado moderno, las circunstancias cambiaron. Se crearon las clases obrera y burguesa. Los próximos personajes centrales del capitalismo y sus derivados. Los siervos pasaron a ser ciudadanos y transitaron a una nueva forma de explotación en términos marxistas. Esto, aunque, los revolucionarios franceses hayan declarado los derechos del hombre y del ciudadano en el año de 1789. Esto es un avance, pero también es una ilusión pues los derechos declarativos para su aplicación conllevan una serie de largas luchas entre los obreros y los burgueses. En todo caso entre las élites que, detentan el poder político, económico, social, artístico, religiosos y de las armas oficiales y no oficiales.
El actual Estado nacional mexicano recibió un cambio parecido al del feudalismo o mejor dicho como una consecuencia de la evolución de las circunstancias reales. Los siervos se liberaron de los señores feudales y de los principales esquemas de la Edad Media, pasando a ser ciudadano. Con el neoliberalismo los ciudadanos se liberaron del Estado de bienestar y pasaron a ser consumidores. Nuevas circunstancias y relaciones reciprocas surgieron entre el gobierno, las empresas trasnacionales privadas y los ciudadanos. La consecuencia, es que, debería surgir una nueva estructura del Estado para regular la actuación de las empresas trasnacionales y los consumidores.
Los
partidos tradicionales fungen como los personeros y voceros de los dueños de
las trasnacionales más poderosas, poniendo las leyes a modo para la explotación
de los bienes y servicios públicos. Las élites mencionadas no necesitan tener
genios activos entre sus filas. Les es suficiente tener el control de los tres órganos
de gobierno. Controlan la creación de las leyes como consecuencia la administración
de los bienes y servicios públicos y la impartición de la justicia. Cuando a
los super ricos no les agradan las leyes de un Estado nacional trasladan la impartición
de justicia a los tribunales de un Estado en donde no tengan vigencia las leyes
de los Estados más débiles y problema resuelto.
Es evidente que, ante tales atropellos hace falta un tipo nuevo de ciudadanos que, tenga consciencia de su nuevo papel como consumidor y sepa encaminar al Estado nacional al que, pertenece en defensa de sus intereses. La ilusión de ya no existir lucha de clases debe ser combatida; hoy, mas que nunca hace falta ponerle, freno a los dueños del gran capital para evitar la acumulación ilimitada de bienes y servicios transformados en riquezas privadas intocables. Si se han acumulado riquezas mediante leyes a modo, se deben poner en vigencia leyes tendientes a evitar esa acumulación ilimitada de riquezas y en todo caso, gravar esa acumulación indebida.
Este panorama es general en el mundo occidental. Gobiernan élites económicas, sociales, artísticas, religiosas, del ejército y políticas. El Estado mexicano es la excepción, aunque no de manera absoluta ni definitiva. Siempre hay una lucha dialéctica entre dominadores y dominados. En México, los conservadores han recibido dos derrotas de gran calado: 2018 y 2024. Pero, no obstante, de estar en plena decadencia esta gama de derechas y adeptos esto no significa su derrota total y absoluta pues tienen riquezas y medios para volver a gobernar. Han perdido el gobierno, pero no el dominio. Para esto hace falta una larga y profunda transvaloración de todas las circunstancias de poder.
En este contexto, los Estados Unidos de América y todos los Estados nacionales con gobiernos dominados por las élites nos aseguran todos los días y todo el día que, el modelo de democracia actual es el único y verdadero Dios. Apartarnos de este modelo es un pecado con graves consecuencias para todos, pero en especial para los más pobres. Eso es una mentira. Etas élites dominan los tres órganos de los Estados y con ello, aseguran su supremacía. Los Estados Unidos están gobernados por esas mismas élites, pero se guardan mucho en reconocerlo.
El mismo porcentaje del uno por ciento de las élites gobierna en cada Estado nacional con la característica de estar evolucionando rápidamente a no solo dominar en sus Estados de origen sino extender abiertamente sus influencias hacia todos los lugares posibles. Tal es el caso de Elon Musk o sus similares. Esto no debe sorprendernos sino hacernos tomar consciencia sobre las actuales circunstancias y desechar seguir con “La División de Poderes” y el actual modelo de Estado dominado por las élites.
Un
nuevo modelo de Estado es necesario libre de las ideas de Montesquieu y llevar
acabo un nuevo y verdadero pacto social. Juan Jacobo Rousseau nos cuenta sobre un
“Pacto Social” creado por la voluntad general mediante el cual nace el Estado
nacional moderno; sin embargo, no hay ninguna prueba sobre la expresión de la
voluntad individual de todos y cada uno de los intervinientes de dicho pacto. Han
pasado 263 años de tal hecho y seguimos con las mismas viejas ideas. Si bien
fueron un avance significativo en la vida de los pueblos de occidente, esas
ideas son insuficientes dada la evolución de las sociedades, del Estado y de
las circunstancias actuales. Mientras el Estado siga en manos de las élites no habrá
verdadera democracia para los más pobres ni siquiera para las demás clases
sociales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario