LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y SU
IMPRODUCTIVIDAD
Tenemos a la
Suprema Corte de Justicia de la Nación como el órgano de control constitucional
y por consecuencia, sus integrantes los once ministros los colocamos como personas
eruditas en el derecho constitucional y en otras áreas afines del saber. Es el
mas alto tribunal. Los tenemos como semi dioses viviendo en el Olimpo con justa
razón. La vida de los mexicanos está en sus manos por las decisiones que toman
en su quehacer. Pero ¿si esto no fuera así?. Si esos ministros fueran, por el contrario,
burócratas sin verdaderos conocimientos profundos de nuestra Carta Magna ni de
la estructura del Estado mexicano. Pues eso es precisamente lo que ha pasado en
México desde hace mucho tiempo.
Durante el periodo
del partido único de Estado, el Partido Revolucionario Institucional, el motor,
el titular del órgano que decidía el funcionamiento del Estado mexicano lo era
el presidente de la república en turno. El jefe del ejecutivo federal nombraba
a todos los gobernadores, senadores, diputados federales, locales, a todo su
gabinete y, a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; es
decir, la Suprema Corte era un apéndice del jefe del ejecutivo federal. No había
ministro que levantar un solo dedo en contra de las decisiones del presidente
de la república.
El mejor ejemplo
lo tenemos con Ernesto Zedillo Ponce de León. Disolvió a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación y nombro nuevos ministros y paso este órgano de veintiséis
ministros a once; como hoy la conocemos. Fue el treinta y uno de diciembre de
mil novecientos noventa y cuatro cuando se publicó en el diario Oficial de la Federación
la disolución de la Suprema Corte. Es decir, el órgano jurisdiccional federal
no tenia ni de lejos poder alguno para oponerse a la voluntad de una sola persona,
el presidente en turno.
Ahora bien,
pasemos a la impartición de justicia. En este rubro el viejo régimen trataba de
que, las circunstancias no cambiaran. Si uno echa una mirada a todo ese periodo
jurídico se ve inmediatamente la parálisis casi total. El derecho no cambiaba
mucho. La razón es porque se trataba de mantener todo sin cambio. El régimen se
ponía en riesgo si las ideas y la estructura cambiaban. Durante mucho tiempo
todo quedó mas o menos igual hasta el año dos mil que, el Partido
Revolucionario Institucional le entregó el poder pactado al Partido Acción Nacional.
Las ideas imperantes habían caído y surgían ideas nuevas. Los derechos humanos
entre otros.
Es una lastima
que, los ministros hayan sido simples burócratas al servicio del presidente en
turno. Como consecuencia, tenemos su parca educación y su árida parcela de
ideas. El problema no es nuevo. Terminé la carrera de derecho, después la de filosofía
y esto dio como consecuencia profundizar mis estudios en el Estado mexicano y
en el derecho constitucional. Me encontré, para mi sorpresa que, los ministros repetían
las ideas imperantes de manera acrítica. Por ejemplo. En la conformación de la
estructura del Estado mexicano su base es la llamada teoría de “La división de
poderes”, idea original de John Locke. Montesquieu popularizó dicha idea junto
con sus fatales errores. En mi búsqueda de la verdad indagué y tope de frente
con jurisprudencia y tesis jurisprudenciales de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación en las que, prácticamente repetían esa idea sin aportar algo sustancial
para esclarecer los errores evidentes o que, debieron ser evidentes para los
ministros. Sorpresa. Son dogmáticos. Es de no creerse. No pasan un examen
ordinario de teoría del Estado o de derecho constitucional. En mi obra “El fin
del Estado moderno en México”, “El fin de la división de podres[1]” señalo este dogmatismo,
esa forma acrítica de proceder de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a
la hora de analizar un sistema político. En lugar de darnos luz, nos recetan un
plagio sin ninguna justificación que, no sea la ignorancia. Errores que, hasta
el día de hoy no se corrigen por la torpeza de los ministros.
En efecto, los
ministros fueron condicionados por los presidentes en turno por medio del poder
político del presidente en turno o por el poder del dinero. La consecuencia, tenemos
una Suprema Corte de Justicia de la Nación burocrática, improductiva y ya
acostumbrada a los lujos excesivos. Este órgano jurisdiccional se ha vuelto
lenta, fuera de la realidad y de los tiempos dinámicos. El pueblo mexicano necesita
profesionales en constante progreso y actualidad. Son servidores públicos con
gran responsabilidad y no se puede dejar de revisar sus niveles de
conocimientos y su forma de vida opulenta con una ignorancia e improductividad de
no creerse, y esto, se puede probar.
[1] Míaz
Serrano, Víctor Hugo. El fin del Estado Moderno en México”, “El fin de la división
de poderes”, México, ed. ACD Editorial S. A de C. V., páginas 73 a la 81.
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