NO ME ESPERES EN NINGUNA NAVIDAD
Hasta
la edad de los doce años seguí las tradiciones. Desde muy pequeño tenía
curiosidad por conocer todo lo que me rodeaba. La casa familiar estaba bardeada
por lo que era imposible ver el exterior a placer. Cuando tenía ocho años se despertó
en mi un deseo por conocer más allá del lugar donde vivía. Todo era verdor,
arboles, la escuela y, rezos en la iglesia, a la hora de cada comida y antes de
irse a dormir. Mi madre tenia una Biblia
y era obligado estudiar la misma. La lectura de aquel libro me resultó muy extraña.
Todo era muy hermoso. Dios todopoderoso, amor, vida eterna, ángeles, arcángeles
y el temido Satanás. Pero había un problema. ¿Dónde estaba todo aquello?. Si
duda existía en mi mente, pero nunca en la realidad.
A
los trece años me fui de la casa paterna y del lugar de mi nacimiento. Con tan
corta edad aquello les pareció, a familiares y amigos, una locura. Medio año me
bastó para ampliar mi idea de la realidad. Volví a la escuela ya sin estar bajo
la patria potestad de mis padres. Tuve la buena fortuna de adquirir el uso de
la razón. Parecería que esto es la norma y que, lo aquí dicho es obvio. No hay
tal. A la gran mayoría prefieren adquirir propiedades, dinero o fama antes que,
razonar libremente.
Es
de notarse que, desde hace siglos se han construido culturas y al nacer los seres
humanos son nutridos por sus padres y todos los que entran en su trato por lo
ya existente y muchas veces esos nutrientes han perdido su esencia, su sentido.
Lo que hay de oficialismo y de tradición son un par de ejemplos. El gobierno impone los elementos, mitos e ideología
por medio de los cuales deben caminar los gobernados y en todo caso tiene el
Estado el uso de la fuerza legitima. Con el nacimiento del Estado se perdió una
buena parte de la libertad. Las tradiciones no muestran su poder. Parecen tan
inocentes y, sin embargo, tienen tanto poder al grado de ser obligatorias y quien
les haga criticas es inmediatamente anulado. Por todo ello, se debe hacer un
revisionismo de la forma de vida en la que se esta inmerso. Esto es toda una
Odisea.
Cuando
los ojos se apartan de su primera y hasta de su segunda impresión, pronto se
corren los velos para dar paso a ideas viejas, a adefesios, vicios, cadáveres y
esqueletos. Las peregrinaciones religiosas son la implantación de ideas sin ningún
sustento en beneficio de la clase sacerdotal. Las celebraciones nacionales son
la mayor de las veces el ritual por medio del cual se adora a los mitos de un régimen
político determinado. De esta manera, llenamos nuestras vidas con el festejo de
nuestros cumpleaños, bodas, San Valentín, Navidad, Año Nuevo y demás. Se hacen
casi sagradas determinadas fechas y se despide un año y se espera al otro con
ansias sin sentido. Con el mero cambio de año no se debería esperar un cambio
positivo, es absurdo.
Si
se evita la moral del rebaño se deben desechar el engaño y mas el autoengaño. Se
debe aceptar la vida sin premios ni castigos del más allá. Enfrentar la vida
sin prejuicios ni falsas esperanzas. Únicamente con el valor de darle el
sentido a nuestras vidas sin esperar, pero, sobre todo, evitando caer en las
garras del poder político, del poder religioso y cualesquiera otros. No se
trata de volverse antisocial sino adquirir identidad propia y única para poder desarrollar
todo el potencial hasta sus grados últimos. Toda igualdad forzada mutila las
fuerzas del ser y lo nivela hacia abajo. Por lo tanto, no me esperes en ninguna
Navidad. La libertad es mucho mas fundamental en la vida en contraposición de
ser popular o pertenecer al rebaño dócil. Ya se ha dicho, “Sin Dioses y sin
Amos” e incluso al desdén y el olvido momentáneo.