martes, 4 de febrero de 2014

NOCTE DIEQUE INCUBANDO




Desde que el Partido Revolucionario Institucional perdió, en el año 2000, la presidencia de la Republica, el pueblo mexicano cifró sus esperanzas en que, por fin, la democracia dejara ser de papel y puesta a su servicio pudiera irse encarnado sobre el esqueleto barnizado de libertad, de Derecho, de justicia y de todos los derivados que de ello se desprenden de manera lógica y consecuente. Sin embargo, se vio la locura y la soberbia entronarse y corromper aún más la democracia incipiente. Nos parece que asistimos a una estafa de mal gusto. Los panistas al igual que sus predecesores son incapaces de construir una democracia profunda, verdadera y sobre el bien común. Con justa razón se encresparon los ánimos al término de cada administración panista; la primera, la de Vicente Fox, fue una retahíla de dislates frívolos; la segunda, la de Felipe Calderón, sintiéndose iluminado por la divinidad lanzó un ataque a tontas y locas contra el crimen organizado que a la postre salió fortalecido.

El 2012 ofrecía una nueva oportunidad para imponer la democracia e iniciar la vigencia de un Estado de Derecho que pudiera comenzar a combatir la corrupción gubernamental, que al pronto, es la fuente de la corrupción social. No fue así, y dejamos de ser nosotros, nos volvimos “otros”, perdimos la serenidad. Nos acercamos a lo que hay de animal en nosotros. Peligrosamente nos extraviamos. Solo cuando tenemos la serenidad suficiente podemos pensar claramente la situación en que se encuentra uno y de allí tornar con un plan para transformar esa realidad con la que no estamos conformes.

Una cosa es cierta en política: Los triunfos nunca son definitivos. Es falso que la sociedad sea solo una masa estúpida que no pueda incidir en la política. No dudo que que en otros tiempos y en otros lugares eso ha sido posible y aún sea posible, con todo, en México, la sociedad ha dispuesto como se deben hacer las cosas en determinados momentos. Recuérdese cuando en 1994 se alzaron los zapatistas y el gobierno en turno, lanzó al ejército con todos los medios a su alcance para exterminarlos. Esos según el más insigne ideólogo del priismo, don Fidel Velázquez. Ahora pasa lo mismo con los cárteles en Michoacán, se habían construido mitos sobre estos criminales. Se decía que eran casi dioses e inamovibles. El pueblo organizado mostró que no sólo no eran invencibles sino demasiado humanos como para literalmente correr a esconderse ante el avance de las autodefensas y policías comunitarias. Esto obligó al gobierno federal y estatal a ir velozmente a reponer el “Estado de Derecho”. Estos son solo dos ejemplos. De estos paradigmas existen y se dan cada vez que los gobernantes se desentienden de sus atribuciones. En consecuencia, no debemos desmayar en la construcción e implementación de la democracia real y efectiva. Ceder o desmayar en la lucha tendrá sus fatales consecuencias: que los peores políticos no tengan vigilancia y entonces, las vías para el saqueo de lo público se disparará a grados inéditos. Tirar la toalla no es opción.

Ahora  bien, lo que en México está, a todas luces, mal es el Estado en su parte gubernamental; los órganos y las instituciones, en sus tres niveles de gobierno, están en total decadencia y están en decadencia, debido a la enorme corrupción ya vuelta una costumbre evidentemente cancerígena y que enferma no solo al gobierno en su estructura sino que esa misma enfermedad se extiende a la sociedad y sus efectos han sido y seguirán siendo devastadores. No conforme con esta parte podrida se le agrega una más que es central para el buen funcionamiento del Estado, los partidos políticos. Estos entes son de interés público y se financian con dinero público. Más en lugar de ser expresiones del pueblo y representantes de las diversas ideologías existentes, son verdaderas agencias de colocaciones políticas. Este binomio, gobierno y partidos políticos son el origen fundamental de la corrupción, todo pequeño o gran granuja se acoge a lo político para hacer o aumentar su capital económico y patrimonial. En su desbordada ambición no tienen empacho en paralizar las reformas hacia el acotamiento del  ejercicio del poder público. Han surgido tantas y cuantas soberanías como les han convenido a efecto de justificar el saqueo del erario y no rendir cuentas al pueblo. Es menester pues, la reforma del Estado en sus órganos e instituciones. No más órganos soberanos sino ejecutores de la soberanía nacional; no más instituciones controladas políticamente sino por el Derecho. No es cambiando nombres a las instituciones o creándolas como se va a corregir el lamentable estado de corrupción que padece la nación mexicana. Ya se pueden crear o darles los nombres rimbombantes que se quiera, esto no cambiara si van a ser los mismos corruptos sin control quienes las manejen a su antojo. Antaño a los gobernantes se les exigía que fueran virtuosos o por lo menos, decía Nicolás Maquiavelo, que lo parezcan. El propio Maquiavelo separa la Ética de la Política. Eso significa que los gobernantes ya no deben ser virtuosos y si no son virtuosos, es necesario que se sometan a la Ley. No tenemos, al momento, la forma de cambiar el rubro económico pero si el político.

Para inyectarle a la realidad nuestras ideas y empezar a moldearla se necesitan ideas, planes y para ello se necesita internarse en uno mismo y ponderar lo conveniente para los mexicanos en el ámbito de la democracia. No es posible planear o pensar estando fuera de sí. Y no es posible llegar a buen término sin planes bien pensados. No desdeño las movilizaciones ni toda forma de manifestación, sin embargo, insisto en que necesitamos planear la lucha. Y, esta labor es de todos así que todos debemos contribuir en efectivo y con el mejor capital con que se cuente sin ser entecos ni avaros en ello.

El mejor ejemplo que me viene a la cabeza de cómo la meditación de la certera solución al problema planteado se consigue,es la cosa que hizo Newton para lograr responderse la pregunta sobre las leyes que gobiernan el Universo. Asedio con su genio esa fortaleza problemática con toda su fuerza, con toda dedicación. Con la disciplina propia que exigía tamaño amasijo de hechos sin siquiera poder atacarlo empíricamente, dado que así lo ameritaba ese monstruo de rostros caóticos. Caminar, respirar, abandonar todas las pequeñas necesidades y problemas de la vida para dar paso a la gran batalla sin tregua ni cuartel “Nocte dieque incubando”, dándole vuelta día y noche. 


lunes, 3 de febrero de 2014

CINCO DE FEBRERO (ESTADO NEOLIBERAL CON FESTEJO PATRIOTA)




Es cosa de ver como ideas viejas de festejo se han petrificado y vaciado de todo sentido pero sigan operando bajo el amparo del gobierno federal, tal es el caso del festejo respecto a la promulgación de la Constitución General de la Republica, el cinco de febrero de 1917. No hay duda que tenía sentido festejar esta fecha para los mexicanos, pues se festejaba ni más ni menos que el cambio de régimen político, se pasaba de la dictadura porfirista a la democracia burguesa, liberal. Que, aunque tímidamente, nunca dejó de seguir su marcha hasta desembocar al liberalismo pleno a partir de la firma del Tratado de Libre comercio y se siguió adoptando dicha política económica hasta privatizar casi todo lo público.

Se decía que la Constitución Mexicana del 17 era una de las más avanzadas en el mundo. Eso no dejaba de tener su sustento, aunque el mismo, estuviera prendido de la contingencia. Dicha Constitución contenía el Derecho del Trabajo, en su artículo 123; el Derecho Agrario, en el artículo 27y la rectoría de la Economía con tintes sociales, en el artículo 25. Todo esto,  ya no existe y prácticamente la implementación del Derecho en tales rubros no sirvió a la nación mexicana. Sexenio tras sexenio, trienio tras trienio, legislaturas tras legislaturas el pueblo se fue empobreciendo gradualmente hasta tener la mitad de la población en márgenes de pobreza extrema. El mal estaba en el presidencialismo y la política casi oficial de saqueo por parte de los políticos. México se convirtió en una fábrica de crear ricos y súper ricos. La corrupción del Estado fue y sigue siendo la falla neurálgica de México. “Quien no transa, no avanza”, “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”, “El año de Hidalgo”, son algunos de los presupuestos de trabajar en lo público, era prácticamente una patente de Corso y a lo menos un certificado de tener a disposición los bienes públicos para fines personales. Tan corrupto era y es, el Estado mexicano que prácticamente del anonimato y sin ningún mérito se puede pasar de maestro rural a Regente de la ciudad de México, diputado o senador o cualquier otro puesto público.

Se ha eliminado el sustento del festejo de la promulgación de la Constitución del 17 pero estúpidamente se sigue con la misma. Parece que para la nación mexicana se retarda a toda costa su medio día. No importa si se implanta de manera total el Neoliberalismo o no en México, mientras no se corte de raíz la corrupción gubernamental el pueblo no tendrá beneficio sustancial alguno. Es decir, no tendrá cosa alguna que festejar.

Es menester para que los beneficios lleguen al pueblo, la reforma del Estado y que sus órganos e instituciones tengan buena constitución y se limite el poder a los políticos y funcionarios públicos.  Que toda conducta irregular e ilícita tenga una pena efectiva. Que lo político quede subordinado al derecho y no como hasta ahora, el Derecho subordinado a lo política, al Neoliberalismo de cuates, sin importar el partido en el gobierno. La democracia llegó a México solo en lo formal y solo para los partidos que se disputan el poder mas no para el pueblo. Vulgarmente esto se conoce como el “Quítate tú para que me ponga yo”, es decir, la sustitución de un corrupto por otro. Se sabe públicamente que una coraza de impunidad cubre todos los ilícitos cometidos por los políticos y funcionarios públicos. Eso es lo que debe cambiar.

Una Constitución que permite impunemente el empobrecimiento de la población general y el enriquecimiento de unos pocos no puede ser buena de manera alguna. Ahora bien, el cambio debe provenir de la sociedad civil. Los políticos trataran a toda costa de sostener el Status Quo, para poder seguir gozando de jugosos sueldos, partidas secretas, prestaciones, dinero para sus gastos personales y la rapiña de lo público. Dejemos de festejar antiguallas, ideas contradictorias y tomemos la rienda del futuro del pueblo mexicano.

Por último, debemos poner todo el esfuerzo en minar el poder de las televisoras y de cualquier empresa privada que se empeñe en doblegar al gobierno enteco, tal y como ocurre con las televisoras mexicanas. Por lo menos que se legisle de manera imparcial y general y no solo parcialmente, por unos cuantos.  Son solo unos cuantos los que deciden la legislación en los congresos, los líderes de los partidos en confabulación con las grandes empresas, la mayoría de los diputados y senadores solo están para darle formalidad a lo que se decide en los campos de golf, los casinos, las fiestas privadas que dan los ricos.





domingo, 2 de febrero de 2014

LENGUAJE Y ESTADO (ADVERTENCIAS)




La vida del ser humano se va haciendo compleja con cada nueva construcción mental o con cada nueva institución y con cada nueva etapa de la vida. Hoy se sigue hablando de “modernidad” (la fe en la pura razón), y creo que pocos muy pocos saben su origen y fenecimiento. A la modernidad le siguió la postmodernidad (el desencanto sobre la razón pura), la Primera Guerra Mundial y la Segunda abonadas por las crisis económicas despertaron al mundo brutalmente del dogma en que se había, el ser humano, echado a descansar. Sobre el horizonte se perfilaron el hambre, las bayonetas y los sombríos cantos bélicos. Pero la cosa no iba a parar allí. El tren de la vida solo tomó un aletargamiento para acelerar a fondo sobre la maraña de la vida e ir tejiendo caminos aún más intrincados.

Ahora bien, a los filósofos les gustan los problemas, las soledades, las entrañas de la vida y todo lo que de ella resulta sabido o se cree sabido y va con su nariz entrometida a problematizar lo que de suyo se presenta inocente al vulgo y no solo al vulgo. Resulta que hasta los más insignes doctores en cualquier materia científica resultan ser pueblo. Para que algo sea notado con toda claridad hace falta que llegue el medio día en donde las sombras se hacen mínimas y no hay lugar donde se escondan los problemas. Con todo, esta época que Lipovesky ha nombrado como Híper-modernidad (donde todo es híper, producción de bienes y servicios, consumo, etc., ribeteada la vida de paradojas), no ha hecho otra cosa que arrancar tan vertiginosamente que no se ha reparado (ni existe la perspectiva para hacerlo), de que la vida a dado un vuelco hacia nuevas fronteras. La vida se ha ensanchado y empujado sus horizontes siempre a nuevos límites elásticos). Y, allá vamos volando sobre las montañas y los valles con la visión corta que solo nos permite ver contornos de la vida y de todo aquello que ha sido construcción humana.

Queda pues, tratar de poner los pies sobre la tierra para volver a caminar sobre las calles, plazuelas, callejones y por las entrañas mismas de la vida y sus construcciones. Esto conviene hacerlo en círculos concéntricos e ir pasando de la dermis a las profundidades. Por suerte ya hay trabajo previo de buzos que han ido a lo más hondo y que nos han traído toda clase de noticias, cuadros, toda clase de vejestorios pero sobre todo, verdades.

Dos de estos tópicos trataré de manera somera por principios de cuenta y en otros escritos seguiré bajando como he anunciado (ambos temas son fundamentales y harto peliagudos), a efecto de ser entendidos. No se olviden los círculos concéntricos hacia lo hondo que son a primeros acercamientos a lo problemático. El primer tema lo es, el lenguaje y el segundo el Estado.

Ya José Ortega y Gasset picó piedra en las profundidades y sacó de las vetas, la rica verdad sobre el lenguaje. El lenguaje es una construcción humana que al pronto al llegar al mundo ya la tenemos a nuestra disposición, nos dice. No es nuestra construcción sino que lo recibimos sin querer. La mirada del bebe nos enternece por su extravió. Pero no bien pasados dieciocho meses, más o menos, maravilla de maravillas, el pequeño dice su primera palabra. Esto, quitando la chabacanería que rodea el asunto, es el resultado del constante vaciado que se hace en el receptáculo elástico que es el niño. Esa etapa misteriosa de la infancia no es simple ni pasiva. En este estadio el ser humano  recibe los medios con los cuales va a nadar cómodamente en el océano de la sociedad, es decir, el lenguaje.

El otro tema lo es, el Estado, esa construcción artificiosa que no tiene rostro inmediato alguno pero si órganos, manos, estomago, pies y garrotes para hacer cumplir sus determinaciones. No bien se llega al mundo y ya la ley señala que el infante debe ser registrado fríamente ante el Juez Civil de las Personas y que este debe prestamente expedir el acta correspondiente. Inmediatamente se presiente y se siente la frialdad, la vida artificiosa de este ente llamado Estado. Los griegos proyectaron la ciudad-Estado como una extensión de lo humano; para los modernos el Estado era el resultado de un “Contrato Social” y para nosotros herederos de Kelsen, Estado y Derecho son una y misma cosa.

Bien, nótese que ambas cosas, Lenguaje y Estado son dos construcciones artificiosas que el ser humano de antaño hizo y que el posterior heredó. Esto tuvo y tiene sus efectos, se cree que estas dos cosas (Lenguaje y Estado), han existido de manera natural, tal y como ha existido la tierra, el sol y todo lo que ahora conocemos como Universo o realidad. Sin embargo, creer esto es un fatal error que se debe notar ahora, a simple vista. Esto arroja luz a los absurdos ridículos: “Yo pienso lo que quiera” y “Soy libre”.  Un breve repaso brevísimo a ambos edificios y se verá como han ido mudando de fachada, de fondo, de cantidad y cualidad y aun hoy una lengua no es la misma en cada nación. El español, en nuestro caso no es el mismo para los españoles, para los colombianos, argentinos, para cualquier otra nación hispano hablante y ni se diga para los mexicanos. Pasa lo mismo con el inglés que se habla en la flemática Inglaterra, en el industrioso pueblo estadounidense o en la lejana Australia.

La ciudad-Estado griega era muy simple al lado, del Estado-nación de la modernidad que tuvo la osadía de declararlo Absoluto (Hegel), y el ser humano una insignificancia. Ahora bien, no obstante de ser, el actual Estado un enteco, al punto de volverse casi mera burocracia, no deja de ser más complejo que los dos modelos anteriores y aun, siendo enfermizo su complejidad le viene de sus funciones y de la sociedad misma. Por ello, se deben estudiar a profundidad y amplitud estas dos construcciones humanas que van, junto con otras, llevando al ser humano y véase lo trágico de esto; el ser humano no va ya por su propio pie y voluntad o necesidad como el primitivo que no tenía estos vehículos para su viaje y tenía menester de habérselas por sí mismo. El ser humano de hoy, a veces siente el vértigo, el vacío y su falta de peso en la vida y grita su desdicha. Es llevado en andas pero no a donde quiere sino a donde lo lleva el lenguaje, la sociedad, el Estado y faltamente hoy el capital privado.

La falta de perspectiva, la ceguera, la comodidad, la enajenación hacen que el ser humano no se preocupe ni ocupe de estados dos cosas: Lenguaje y Estado. El lenguaje es la primera cosa importante y decisiva con la que se topa el ser humano al nacer; le sigue el Estado. Las palabras moldean al humano, el Estado lo regula. El primero lo hace de manera sutil pero inexorable; el segundo lo hace por las buenas o por las malas. De estas dos cosas no puede escapar el humano. Inexorablemente se encuentra prisionero de ambas. Ahora bien, para convivir con la sociedad y el Estado se les debe conocer cara a cara pero, resulta que, dé cuales sean sus rostros ni siquiera sospechamos que los tengan. No sospechando siquiera que bajo la piel del lenguaje exista una imposición se va con alegría por el mundo sin advertir que eso que pensamos no es pensamiento nuestro sino vil herencia. No sospechando que el monstruo llamado Estado tenga rostro y entrañas nos contentamos con no ser objeto de su violencia y vamos por los diferentes climas, suelos, ríos, selvas de la vida a lomo del Estado que aunque duro, es seguro.

El mal entender lo que es el lenguaje: un uso, en palabras de Ortega y Gasset y lo que es el Estado una construcción que ha llegado a ser Derecho puro con sus órganos e instituciones que hacen cumplir las leyes en los ámbitos de la administración y de la impartición de justicia, quedando la creación de las leyes al órgano legislativo con intervención del ejecutivo. Este Estado es mucho más complicado que el que estudio y dio forma Montesquieu. El caso del estado mexicano es una verdadera pena. No se encuentra en toda la historia de México pensadores que vayan a fondo y de manera original sobre el ser del Estado y las atribuciones de los órganos. Los más insignes pensadores parten de equívocos y de allí se siguen sin detenerse a mirar la realidad y sacar teorías que vayan acordes a los estadios por los que ha pasado el Estado. Es increíble que existan obras voluminosas que de manera alguna iluminan lo que es el Estado mexicano con sus particularísimas condiciones y funciones. Al no estar las ideas claras se habla de manera no solo vulgar sobre este tema sino de manera errada. Tengo la impresión de estar ante un hormiguero, que afanosamente construye alrededor del Estado deforme, deformándolo más. Esta es la desgracia de la ciencia política y del pueblo mexicano. No se trata de preeminencia personal sino de que los cerebros más importantes tengan las ideas claras y en las obras, en las Universidades y en todo lugar importante se tenga la misma claridad y se sepa el verdadero ser del Estado. Toda otra pretensión será todo menos ciencia política.