Desde
que el Partido Revolucionario Institucional perdió, en el año 2000, la
presidencia de la Republica, el pueblo mexicano cifró sus esperanzas en que,
por fin, la democracia dejara ser de papel y puesta a su servicio pudiera irse
encarnado sobre el esqueleto barnizado de libertad, de Derecho, de justicia y
de todos los derivados que de ello se desprenden de manera lógica y
consecuente. Sin embargo, se vio la locura y la soberbia entronarse y corromper
aún más la democracia incipiente. Nos parece que asistimos a una estafa de mal
gusto. Los panistas al igual que sus predecesores son incapaces de construir una
democracia profunda, verdadera y sobre el bien común. Con justa razón se
encresparon los ánimos al término de cada administración panista; la primera,
la de Vicente Fox, fue una retahíla de dislates frívolos; la segunda, la de
Felipe Calderón, sintiéndose iluminado por la divinidad lanzó un ataque a
tontas y locas contra el crimen organizado que a la postre salió fortalecido.
El
2012 ofrecía una nueva oportunidad para imponer la democracia e iniciar la
vigencia de un Estado de Derecho que pudiera comenzar a combatir la corrupción
gubernamental, que al pronto, es la fuente de la corrupción social. No fue así,
y dejamos de ser nosotros, nos volvimos “otros”, perdimos la serenidad. Nos
acercamos a lo que hay de animal en nosotros. Peligrosamente nos extraviamos. Solo
cuando tenemos la serenidad suficiente podemos pensar claramente la situación
en que se encuentra uno y de allí tornar con un plan para transformar esa
realidad con la que no estamos conformes.
Una
cosa es cierta en política: Los triunfos nunca son definitivos. Es falso que la
sociedad sea solo una masa estúpida que no pueda incidir en la política. No
dudo que que en otros tiempos y en otros lugares eso ha sido posible y aún sea
posible, con todo, en México, la sociedad ha dispuesto como se deben hacer las
cosas en determinados momentos. Recuérdese cuando en 1994 se alzaron los zapatistas
y el gobierno en turno, lanzó al ejército con todos los medios a su alcance
para exterminarlos. Esos según el más insigne ideólogo del priismo, don Fidel Velázquez.
Ahora pasa lo mismo con los cárteles en Michoacán, se habían construido mitos
sobre estos criminales. Se decía que eran casi dioses e inamovibles. El pueblo
organizado mostró que no sólo no eran invencibles sino demasiado humanos como
para literalmente correr a esconderse ante el avance de las autodefensas y
policías comunitarias. Esto obligó al gobierno federal y estatal a ir
velozmente a reponer el “Estado de Derecho”. Estos son solo dos ejemplos. De
estos paradigmas existen y se dan cada vez que los gobernantes se desentienden
de sus atribuciones. En consecuencia, no debemos desmayar en la construcción e
implementación de la democracia real y efectiva. Ceder o desmayar en la lucha
tendrá sus fatales consecuencias: que los peores políticos no tengan vigilancia
y entonces, las vías para el saqueo de lo público se disparará a grados
inéditos. Tirar la toalla no es opción.
Ahora bien, lo que en México está, a todas luces,
mal es el Estado en su parte gubernamental; los órganos y las instituciones, en
sus tres niveles de gobierno, están en total decadencia y están en decadencia,
debido a la enorme corrupción ya vuelta una costumbre evidentemente cancerígena
y que enferma no solo al gobierno en su estructura sino que esa misma
enfermedad se extiende a la sociedad y sus efectos han sido y seguirán siendo
devastadores. No conforme con esta parte podrida se le agrega una más que es
central para el buen funcionamiento del Estado, los partidos políticos. Estos
entes son de interés público y se financian con dinero público. Más en lugar de
ser expresiones del pueblo y representantes de las diversas ideologías
existentes, son verdaderas agencias de colocaciones políticas. Este binomio,
gobierno y partidos políticos son el origen fundamental de la corrupción, todo
pequeño o gran granuja se acoge a lo político para hacer o aumentar su capital
económico y patrimonial. En su desbordada ambición no tienen empacho en
paralizar las reformas hacia el acotamiento del
ejercicio del poder público. Han surgido tantas y cuantas soberanías
como les han convenido a efecto de justificar el saqueo del erario y no rendir
cuentas al pueblo. Es menester pues, la reforma del Estado en sus órganos e
instituciones. No más órganos soberanos sino ejecutores de la soberanía
nacional; no más instituciones controladas políticamente sino por el Derecho.
No es cambiando nombres a las instituciones o creándolas como se va a corregir
el lamentable estado de corrupción que padece la nación mexicana. Ya se pueden
crear o darles los nombres rimbombantes que se quiera, esto no cambiara si van
a ser los mismos corruptos sin control quienes las manejen a su antojo. Antaño
a los gobernantes se les exigía que fueran virtuosos o por lo menos, decía
Nicolás Maquiavelo, que lo parezcan. El propio Maquiavelo separa la Ética de la
Política. Eso significa que los gobernantes ya no deben ser virtuosos y si no
son virtuosos, es necesario que se sometan a la Ley. No tenemos, al momento, la
forma de cambiar el rubro económico pero si el político.
Para
inyectarle a la realidad nuestras ideas y empezar a moldearla se necesitan
ideas, planes y para ello se necesita internarse en uno mismo y ponderar lo
conveniente para los mexicanos en el ámbito de la democracia. No es posible
planear o pensar estando fuera de sí. Y no es posible llegar a buen término sin
planes bien pensados. No desdeño las movilizaciones ni toda forma de
manifestación, sin embargo, insisto en que necesitamos planear la lucha. Y, esta
labor es de todos así que todos debemos contribuir en efectivo y con el mejor
capital con que se cuente sin ser entecos ni avaros en ello.
El
mejor ejemplo que me viene a la cabeza de cómo la meditación de la certera
solución al problema planteado se consigue,es la cosa que hizo Newton para
lograr responderse la pregunta sobre las leyes que gobiernan el Universo.
Asedio con su genio esa fortaleza problemática con toda su fuerza, con toda
dedicación. Con la disciplina propia que exigía tamaño amasijo de hechos sin
siquiera poder atacarlo empíricamente, dado que así lo ameritaba ese monstruo
de rostros caóticos. Caminar, respirar, abandonar todas las pequeñas necesidades
y problemas de la vida para dar paso a la gran batalla sin tregua ni cuartel
“Nocte dieque incubando”, dándole vuelta día y noche.