lunes, 17 de febrero de 2020

¿TIENEN O NO DERECHOS LOS DELINCUENTES?


¿TIENEN O NO DERECHOS LOS DELINCUENTES?

De inicio la mayoría de las personas dirían que los delincuentes no tienen derecho alguno y que, por delinquir han perdido todo derecho. Pero esto que parece tan evidente carece de soporte legal, ético, moral y humanístico. En la Antigüedad se aplicaba la “Ley del Talión”, consistente en aplicar un castigo, generalmente de la misma magnitud del delito cometido. Pero el Derecho se fue perfeccionando (Y, espero que se siga perfeccionando a mayor velocidad), y entro en escena la equidad que tomaba ya en cuenta las circunstancias en que se cometían los delitos. Es evidente que quien roba es un ladrón y debe ser castigado pero no se debe castigar de la misma manera quien roba por hambre (el robo del famélico), lo estrictamente lo necesario a quien roba para hacerse rico ilegalmente.

Los Derechos Humanos son de, relativamente reciente implementación y todavía hoy, se sigue debatiendo si estos derechos son de naturaleza iuspositivista o iusnaturalista pero no hay duda de que estos derechos son progresistas y lo deben ser pues, en un mundo en donde lo meramente material se ha entronizado por encima de los valores tales como la solidaridad, la amistad, el valor, la libertad, la legalidad es menester que se haga a lo menos un esfuerzo por no perder de vista lo que tiene de humano positivo la mayoría de personas.

De común se cree que a los peores delincuentes se les debe imponer la fuerza del Estado sin ningún miramiento. La experiencia demuestra que la pena de muerte no soluciona ni frena la delincuencia; tal y como sucede en los Estados Unidos de Norteamérica y no es raro que se condene a muerte a muchos inocentes y ya muertos; no hay remedio.

Los Derechos Humanos tienen una ya buena tradición teorética y practica en muchos Estados nacionales como en los Nórdicos con muy buenos resultados. Y, no se trata de dejar sin pena a los delincuentes pero si estos violan el orden irracionalmente, rompen las leyes y ponen en zozobra a la sociedad no es bueno que, las personas racionales, pierdan su integridad, su lado positivo de humanidad y se conviertan en verdugos despiadados de la venganza. ¿Qué diferencia habría entre los asesinos, violadores y demás delincuentes con aquellos que sintiendo tener la razón se deleiten con el dolor y la muerte de los delincuentes?. Ninguna, serían asesinos escudados en una supuesta “verdad legal”.

En México hemos llegado a grados de salvajismo inaudito y los “legalistas” y “racionalistas”, creen que volviéndose verdugos de los delincuentes los vuelve héroes; no hay tal. El problema de la delincuencia tiene raíces diversas que siempre yacen en la misma sociedad que, aunque no lo piense ni acepte, está enferma. En este mismo contexto, el Estado o mejor dicho los órganos del Estado son ineficientes para prevenir, impartir justicia y legislar las conductas delictivas. Es decir, todos somos responsables de las actuales condiciones en que vivimos.

La decadencia actual del Estado mexicano, se agudiza a partir de los años 80s del siglo pasado y paso que, se veía que gradualmente se volvía más decadente el Estado y no se hacía lo necesario para resolverlo o de plano las autoridades se volvían cómplices de la delincuencia. La sociedad misma se sumergió en una orgía de decadencia mientras todo empeoraba. El mal viene de lejos y no se va a resolver con barbarie como lo piden insensatos con negras intenciones.

A los delincuentes se les debe castigar de acuerdo a las leyes vigentes pero respetando el debido proceso y sin violencia innecesaria. Venimos de un sistema legal lleno de barbarie, de injusticias, de ilegalidades y de todo tipo de excesos como para dar un giro de 180 grados y volver de donde tanto se luchó por salir. Mucho me temo que aquellos que piden imponer la “Ley del Talión”, es decir, la barbarie, el salvajismo no tienen ni idea del Derecho, de la Filosofía y sí mucho de ignorantes, de enfermos mentales cuando no de rijosos pagados.

Es evidente que, como integrantes del Estado mexicano, sociedad y autoridades nos hace falta muchísimo saber sobre los Derechos Humanos, como protectores primero de las víctimas y después a los victimarios. Pero esto no invalida ni la teoría ni mucho menos la práctica de los mismos. En tiempos de zozobra nunca faltan los que, abonan con el máximo ardor al máximo salvajismo verbal y material. En resumen, los delincuentes tienen derechos no únicamente por ellos mismos sino por no caer en el mismo nivel de irracionalidad que los delincuentes. Claro esto está en los Tratados Internacionales que el estado mexicano ha firmado y ratificado y en el texto del artículo 22 de la Constitución General[1]. No es un capricho. Ya lo dijo Nietzsche: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti”




[1] Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser proporcional al delito que sancione y al bien jurídico afectado.

domingo, 16 de febrero de 2020

¿POR QUÉ GANARÁ EL CAMBIO POLÍTICO?



¿POR QUÉ GANARÁ EL CAMBIO POLÍTICO?

Los analistas nacionales, extranjeros, periodistas, comunicólogos y políticos de viejo cuño están ciegos y obstinados con volver al pasado; no hay tal, el viejo régimen político dio todo de sí; se agotó y quedó inservible. Imaginen lo disímbolas que son las circunstancias políticas, sociales, científicas, tecnológicas, económicas y artísticas entre el México de 1929 y el actual. Son totalmente diferentes; son el inicio y el fin de toda una época en los rubros ya señalados. La vida entre estos dos polos es tan opuesta en 180 grados. Incluso el México de 1984 con el actual sigue el mismo patrón. En los años 80s, el Partido Revolucionario Institucional, todavía vivía sus años dorados de control total en la política, la comunicación de todos los medios periodísticos y de televisión, la economía era controlada por el presidente en turno.

Pasamos de un Estado cerrado, totalitario bajo un régimen Presidencial, con un único partido de Estado a un Estado plurinominal en partidos, en pensamiento libre, con un Presidencialismo decadente, con una apertura irremediable. Imaginen como fue vivir bajo un régimen político que controlaba todos los medios de comunicación y a partir de ahí, construir la verdad oficial que distaba 180 grados de la verdad real. Hoy, sigue siendo confuso para los ciudadanos y población en general saber la verdad real pero sin duda alguna las redes sociales han roto esa construcción de la verdad oficial en muy bien medida.

Los jóvenes y las mujeres no van a ceder en sus pretensiones de libertad, de justicia, de igualdad aunque muchas veces no sepan encontrar los medios adecuados para exigir estos derechos. A diferencia de los ciudadanos durante el régimen Presidencial que eran totalmente pasivos; hoy, los ciudadanos han iniciado a ser activos y más si pertenecen a la juventud y al género femenino. Los viejos patrones conductuales en todos los ámbitos han caído en desuso y se han puesto en vigor nuevos valores; que no necesariamente tengan humanismo pero tampoco es un desastre como se quiere ver.

Estas nuevas generaciones ya no aceptaron la tradición política y decidieron cortar con el pasado de tajo y no darán marcha a tras hasta no terminar con la vieja política y crear una propia; buena o mala, eso ya se verá. Por lo pronto, los conservadores pueden ya despedirse para siempre del Presidencialismo, del partido único de Estado, de la cerrazón estatal, de la pasividad ciudadana. Claro, la población en todo momento está en riesgo de ser engañada, de ser controlada por mitos, de ser encaminada a su propio sacrificio en aras de intereses contrarios a los suyos.  

Ahora bien, el pueblo mexicano durante cientos de años se ha ido formando y transformando pero casi siempre ha estado bajo el poder personal de sus gobernantes y bajo el poder del partido único de Estado; es decir, no tiene la experiencia democrática sino de oídas y de una magra practica el uno de julio de dos mil dieciocho. Pero a pesar de todos estos peligros una buena parte del pueblo mexicano conoce por sí, por medio de la historia mexicana o de oídas las entrañas del viejo régimen político. En efecto, el descrédito en el que ha caído el PRI, es tal que, francamente no se ve como pueda, no ya volver a tener años dorados sino siquiera seguir existiendo. Perdida la fe en un régimen político, en una época no hay forma de volverla a ganar. Sin fe no hay futuro bueno para el PRI.

Ya venía un movimiento político desde los años 60s del siglo pasado y a pesar, de dársele el crédito debido terminó por imponerse al punto de ponerle fin al Presidencialismo. Claro, esto sin olvidarse de los factores externos, internos, materiales, psicológicos y de todo tipo. Las nuevas generaciones sienten la íntima necesidad de construir nuevas instituciones, un nuevo régimen político, económico, social, artístico; es decir, de vida que lo sientan suya y no ajena o prestada. Ante el ofrecimiento de la oposición; el pasado y formas nuevas, ganaran estas últimas pues el mexicano actual no puede ni quiere vivir en las ruinas del pasado. Sin tener en cuenta esto no se podrá construir un buen futuro.

sábado, 1 de febrero de 2020

MÉXICO: ¿PASADO O FUTURO?



MÉXICO: ¿PASADO O FUTURO?

La realidad tiene su propio ritmo sin importar lo que los seres humanos quieran. Con todo, la realidad nunca deja de cambiar aunque a simple vista no se pueda apreciar. En este sentido, siempre se debe hacer lo que hizo Julio César; querer el futuro; contrario a lo que hizo Alejandro Magno, buscar el pasado. Claro, los hechos que realizó el macedonio son extraordinarios pero su imperio duró muy poco después de su muerte; en cambio, el imperio romano tuvo una suerte totalmente contraria.

Esta es la razón por la cual no se deben prestar oídos y menos tomar partido a los priistas y panistas pues quieren el pasado, lo ido, lo inexistente como realidad y por tanto, inviable. No es que se debe dejarse llevar de manera mansa al futuro sino con la consciencia que es nuestra vida la que está en la escena pública y privada. Una sociedad que quiera un buen futuro debe ser consciente, crítica y con la acción política en las manos prestos a participar en cuando sea menester pues los políticos se corrompen a la primera; sin importar el discurso.

Ahora bien, el pasado que ofrecen los opositores al nuevo régimen en construcción es el pasado totalitarista, de corrupción, de mediocridad, de la vida de una élite política llena de lujo, todo esto, sin rendición de cuentas. Sin embargo, eso no es ya posible pues el cambio constante obliga a los seres humanos a no quedarse fuera de este cambio so pena de quedarse rezagados, anacrónicos y esto es negar la vida, negar el cambio, el futuro.

En efecto, el cambio aunque mínimo obliga a cambiar y cambiar positivamente, hacia el futuro, no negativamente, hacia el pasado. Y esa construcción positiva es evidente pues en realidad no podemos ir al pasado sino como una simulación, como una falsedad, una mentira conocida con apariencia de seguridad. El futuro en cambio siempre se presenta inquietante, inseguro y hasta aterrador pero ese siempre es el reto a que se enfrentan los humanos, construir en arenas movedizas.

El pueblo mexicano debe madurar mucho más de lo que lo ha hecho hasta ahora pues desde su independencia política ha ido perdiendo territorio gradualmente y siempre está entre dos aguas y no ha logrado hasta ahora salir de ese círculo vicioso de intentar el avance y volver a caer en otro régimen ausente de democracia, de legalidad general y positiva, de libertad y de auténtica identidad nacional. Estos y no otros son los retos del pueblo mexicano para poder forjar un régimen político y un Estado que le permita una vida digna en lo mínimo.